Ser niña
otra vez
Una perspectiva
magica



Al ver fotos de mi misma de cuando era pequeña, se me hace un remolino de emociones dentro de mi, añorando por aquellos días en los que no había preocupaciones más allá de que pronto estrenarían la película de HSM2 y no estaba en casa para verlo a tiempo, peor aún, no había hecho la tarea de matemáticas que tanto había procrastinado porque a palabras de mi yo de aquel tiempo “es la peor materia de todas”.
Se me escapa una sonrisa recordar eso.
Le digo “niña tonta” a aquella niña que tanto deseaba ser una mujer adulta porque vio “13 going 30” y creyó que así de maravillosa sería su vida, debió de haberlo supuesto en el momento en que creyó que las sirenas no existían, que la vida no tenía esa magia que las telenovelas infantiles junto con las películas de Disney nos hacían creer. No digo que no sea divertido la vida de un adulto, pero mientras uno va creciendo con el tiempo, más responsabilidades llegan y olvidas lo más importante.
Ser feliz y soñar.
Es muy distinto la manera en la que un adulto lo hace, a comparación de un niño. No hay limites. Si crees que puedes hacerlo, lo haces. No te avergüenza llegar a pensarlo. Era tan fácil. Te divertías con las simplezas de la vida y las veías como grandes diversiones que un adulto hoy en día no podría imaginarlo en su mente.
Porque si nos ponemos a pensar… ¿Alguna vez has visto una película de tu infancia, que recordabas con buenos efectos visuales, historia y personajes? A veces llegas a desilusionarte porque ya no es lo mismo cuando lo vuelves a ver, más allá de que obviamente ha habido una gran evolución tecnológica, la mente de un niño es capaz de ver una escoba en mal estado y convertirla en un objeto animado que le pertenece a la gran bruja del este.
Quizás no he cambiado con el tiempo, sigo soñando con muchas cosas, aunque no con la misma determinación. Mientras que la felicidad llega de vez en cuando.
Incluso cuando era una niña, llegue a pensar en su momento por los cambios hormonales y otras responsabilidades, que tenía que crecer y deje los juguetes de lado. Las aficiones resultaban vergonzosas. Y a partir de ahí muchas cosas cambiaron.
Pero no tiene porque ser así.
Ultimamente me he sentido como una niña otra vez, viendo las series de aquella época, volviendo a viejas aficiones que había dejado porque las aspiraciones eran “improbables”, me siento nuevamente como esa niñita que escribía “canciones” en su libreta, llevándosela consigo a todos lados, con su bolsa de princesas que carga con objetos “innecesarios” pero tan indispensables como ese peluche favorito que era el compañero de aventuras.
La ropa colorida regresó, los estampados ya no son embarazosos y mis brazos vuelven a tintinear con cada paso que doy debido al número de pulseras porque una no es suficiente. Me pongo a observar a mi alrededor, aunque no es lo mismo, veo la magia de las cosas en los pequeños detalles. La magia de sentirse vivo, que todo es posible. Me paro, respiro, aún hay mucho tiempo para vivir.
Y nuevamente me siento niña otra vez.
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